domingo, 24 de febrero de 2013

LA ENTREVISTA PSICOLÓGICA II

En una entrevista con niños y adolescentes la presencia de ambos es imprescindible, en la historia del hijo el padre a menudo desempeña un papel tan importante como el de la madre, aun cuando sea una figura prácticamente ausente de la vida familiar. El hijo ha introyectado algún tipo de imagen paterna que seguramente tendrá que ver con su sintomatología subyacente: de ahí la necesidad de su presencia.

Operamos con el concepto de que el hijo es el producto de una pareja y que ambos deben acudir a las entrevistas, a menos que se trate de alguna situación inusual. Cuando se cita sólo a la madre pareciera que la destacamos del resto del grupo familiar; le hacemos únicamente responsable de cómo es su hijo. No asegurarnos la presencia del padre equivale a pensar que él nada tiene que ver con ello. Si recomendamos la iniciación de una terapia, ambos deben recibir esa información, encarar esa responsabilidad y adoptar una resolución (28)

Entrevistar sólo a la madre facilita la admisión de toda la culpa por la enfermedad del hijo; la presencia de ambos permite compartirla y por lo tanto disminuirla. Lo mismo pasó con la devolución de información que procura ciertos beneficios psicológicos, ya que en muchos casos ocurre que a raíz de una consulta por los hijos los padres acaban reconociendo la propia necesidad de un tratamiento y se lo procuran. Para él psicólogo la presencia del padre y la madre le resulta útil e indispensable. Le implica la observación in situ de cómo son, qué roles desempeñan cada uno de ellos respecto del otro, qué aporta cada uno, qué aspectos del hijo muestran respectivamente, cómo vivencian el psicodiagnóstico y la posibilidad de una psicoterapia.



Muchas veces uno desempeña el rol de corrector de lo que dice el otro. Si la actitud de uno es de mucha confianza y envidia, el otro puede equilibrarla con signos de mayor agradecimiento y confianza. La presencia de ambos evita el peligro de aceptar al ausente como chivo expiatorio, es decir, como depositario de lo malo del vínculo, y al presente como representante de lo bueno y exitoso. Hay padres que no reaccionan protestando por su no inclusión, pero luego en una forma u otra atacan el psicodiagnóstico o la terapia (29)

Si el psicólogo insiste en considerar prescindible la presencia del padre, implícita o explícitamente, muestra un aspecto propio regresivo porque evita la situación de quedar él transformado en tercer excluido frente a una pareja unida “en contra de” el psicólogo – hijo. La visualización de una pareja muy unida, sea ésta una alianza rara o patológica, puede movilizar envidia y deseos de destruirla. La insistencia en ver solamente a la madre o a ambos padres, pero por separado, es una táctica evitativa que puede encubrir estos sentimientos. Si el psicólogo no está alertado puede establecer distintos tipos de alianzas peligrosas para el hijo, para los padres y para él mismo. En el caso de los hijos de padres separados, el psicólogo debe aceptar los hechos consensuados por la pareja. Si esa pareja ya no existe como tal, sus intentos de volver a unirlos además de infructuosos, podría resultar una interferencia seria en su trabajo (30)

En el caso de los hijos adoptivos el psicólogo debe tratar de que concurran ambos padres además de lo ya expuesto, porque se necesita investigar elementos esenciales tales como las fantasías de cada uno con respecto a la adopción (no sentirse inferior a otros por no tener hijos, no estar solo ahora o el día de mañana, tener a quién dejar una herencia, etc.) cómo sienten actualmente la situación de padres adoptivos, si están conformes con la decisión tomada, si han podido comunicársela al hijo y a otros. (31)

9. Motivo de la consulta que se debe discriminar entre motivo manifiesto y latente. El motivo manifiesto es el síntoma que preocupa (33) al que solicita la consulta hasta el punto de operar en él como señal de alarma. Algo que le ha preocupado, reconoce que no puede arreglarlo solo y decide solicitar ayuda. En algunos casos es un tercero quien solicita la consulta o moviliza al paciente a hacerlo. Este dato de por sí nos indica un menor grado de insight con la propia enfermedad. Por lo general el motivo es otro, más serio y más relevante que el invocado en primer término. Lo denominamos motivo latente, subyacente o profundo de la consulta.

Otro elemento diagnóstico y pronóstico importante es el momento en que el paciente toma conciencia de ese motivo más profundo. Si lo hace durante el proceso psicodiagnóstico, es de mejor pronóstico que si no aparece. Si la negativa a reconocerlo como propio es total, cabe pensar que las resistencias son muy fuertes y por lo tanto el pronóstico no es muy favorable. Esta discrepancia surge como consecuencia de un proceso de disociación intrapsíquica que se ha dado en el paciente, es importante que este no quede también en el psicólogo. (34)


La disociación es más acentuada y más resistente a la mejoría cuanto más intensos son los sentimientos de culpa, ansiedad, represión, etc., que conflicto moviliza en el paciente y qué funcionan como responsables de esa disociación. Recordar siempre que el paciente cuenta su historia como puede, centra el punto de urgencia de sus problemas donde le parece menos ansiógeno (35)

El momento y la manera como emerjan los aspectos más enfermos forman parte de la dinámica del caso y se deben tener muy en cuenta. Otro aspecto importante a investigar es si el paciente funciona como tercero excluido o incluido respecto del motivo de la iniciación del proceso psicodiagnóstico. Si no aclaran por qué llevan al paciente al psicólogo se trata al paciente como tercero excluido. Si le aclaran el motivo, funciona como tercero incluido, acá es preciso identificar hasta qué lugar lo hacen participe de esa información. En algunos casos le comunican un motivo real pero no aquel que más les preocupa. (36)

Se crean dificultades muy serias cuando el psicólogo debe dar su opinión profesional puede optar por callar, entrando así en complicidad con los padres y en última instancia, con la patología; pede mantener una actitud ambigua, sin callar del todo ni hablar claro, o decir la verdad en la medida en que fortaleza yoica de los padres y de él lo permitan. El destino de la posible terapia, en caso de resultar necesaria, es muy diferente según se haya dado ese clima de ocultamiento y distorsiones o de franqueza dosificada durante el proceso de psicodiagnóstico. (37)

En general, padres, paciente disocian, postergan o evitan transmitir al psicólogo lo más ansiógeno. Algunos padres relatan con mucha ansiedad un síntoma que parece poco relevante con mucha ansiedad un síntoma que parece poco relevante al psicólogo. En estos casos puede pensarse que la carga de ansiedad ha sido desplazada a un síntoma leve pero proveniente de otro más serio del cual los padres no han tomado (38) conciencia o no se atreven a encararlo, y cuya trascendencia se expresa a través del monto de ansiedad desplazada al síntoma que si llega a verbalizar. Cabe plantearse la existencia de algún otro problema tanto más serio cuanto más minimizado fue el motivo de la consulta y más rotundamente negado para mantener a raya la intensa ansiedad persecutoria que movilizaría su emergencia (39)

La acomodación del paciente y/o sus padres al síntoma hace que el nivel de ansiedad (cualquiera sea su naturaleza) descienda y quede facilitada su depositación masiva al psicólogo, quién deberá discriminarla y reintegrarla. Los primeros signos de ansiedad aparecen usualmente en la primera entrevista cuando los padres comienzan a relatar la historia del hijo. Si el psicólogo no adopta una actitud ingenua no esperará registrar una historia ordenada y completa. Los padres transmiten la historia que quieren y pueden dar y el psicólogo entiende la historia que puede entender, en la primera entrevista es importante registrar qué dice cada uno de los padres, cómo y cuándo lo dicen, qué recuerdan y cómo lo hacen, qué es lo que olvidan, de manera de poder reconstruir posteriormente con la mayor fidelidad posible el diálogo y los elementos no verbales que se dieron.

Las anamnesis son siempre muy significativas porque suponen un alto monto de ansiedad que ha determinado una inhibición en el proceso mnémico. Un índice favorable de la buena comunicación entre los padres y el psicólogo es el descenso de esa ansiedad, la supresión de la inhibición y la aparición del dato olvidado. Es útil averiguar, desde el principio, qué fantasías, qué concepción de la vida, la salud y la enfermedad tienen los padres y/o el paciente, el conocimiento de esos esquemas referenciales permiten comprender mejor elcaso y evitar la emergencia de ansiedades confusionales o persecutorias. Conociendo estos esquemas podremos entender mejor por qué esos padres han pensado que el hijo está enfermo, cómo debería estar para que ellos consideran que está curado, y qué debería hacer el terapeuta para lograrlo (40)

Al mismo tiempo aclarar estos puntos permite al psicólogo establecer si los propios padres necesitaran asistencia psicológica o no, y en caso de necesitarla, cuál es la técnica más apropiada. Elementos que no podemos descuidar, es la secuencia de aspectos del hijo que los padres van mostrando o los aspectos de sí que va mostrando el paciente adulto. El caso de padres que comienzan por los aspectos más sanos y gratificantes del hijo, incluyendo paulatinamente lo más enfermo. Se trata de padres que se preparan y preparan al psicólogo para recibir gradualmente lo más ansiógeno. Adoptan una actitud más protectora y menos devastadora. Lo que diagnostica la posibilidad de una buena elaboración depresiva de la ansiedad, con lo que también puede preverse una positiva colaboración con el psicólogo durante el proceso psicodiagnóstico y con el terapeuta si el hijo necesitara tratamiento. Puede ocurrir que los padres muestran exclusivamente lo positivo del hijo hasta el punto de que el psicólogo se pregunte la razón de la consulta y deba preguntarle a los padres mismos (41)

Lo más difícil para el psicólogo es lograr que los padres consideren los aspectos más enfermos del hijo como algo que mostrar y que deben integrar junto a lo positivo. Estos padres necesitan idealizar al hijo, negar maníacamente lo enfermo porque lo sienten como muy ansiógeno, y porque en el caso de admitirlo, deberían cargar con una excesiva dosis de culpa persecutoria. El logro de uno de los principales objetivos del psicodiagnóstico: mostrarles al hijo lo más completo posible. En otros casos aparece primeo lo más enfermo y luego ocasionalmente incluyen lo adaptativo, en términos generales, es un indicador del deseo de depositar en forma rápida y masiva en el psicólogo lo más ansiógeno para proseguir la entrevista con mayor tranquilidad y soltura. Este recurso evacuativo sirve a los padres para estimar el grado de fortaleza del psicólogo como continente de la enfermedad del hijo.

Es algo así como un desafío al yo del psicólogo, quien desde el comienzo se ve acribillado por relatos muy angustiosos. De la misma manera hay padres que no logran rescatar nada positivo y lo tratan como el cajón de residuos que les sirva para no asumir sus propios aspectos enfermos y la culpa por la enfermedad del hijo. Los padres no toleran la inclusión de aspectos sanos y adaptativos del hijo a causa de la culpa que les suscitaría. Es muy frustrante trabajar con padres así en psicodiagnóstico o en psicoterapia, puesto que si ellos no reciben la asistencia terapéutica para que se opere un cambio positivo, se resistirán siempre a admitir la mejoría y los progresos del hijo (42)

Se da el caso que uno de los padres asume el rol de abogado defensor y otro el de acusador del hijo. Uno aporta algo positivo e inmediatamente el otro asocia algo negativo que invalida la aportación anterior. En algunos casos cada uno de estos dos roles es fijos en otros casos son roles intercambiables. No toleran estar de acuerdo, no soportan que el hijo sea alguien que coherentemente muestra lo mismo a todos, no pueden ponerse de acuerdo en lo que ven y a veces lo que ven no tiene mucho valor para ellos, enfrascados en una permanente lucha indirecta o directa. Estos padres llegan a la entrevista final con la fantasía de que por fin se sabrá quién de los dos tenía razón. Cuando perciben que el psicólogo no toma partido por ninguno, sino que comprende a los dos, suelen aliviarse o enojarse según el caso. El alivio surge cuando logran hacer insight del tipo de pareja que forman, cuando no se sienten recriminados por ello, cuando comprenden que entenderse les permite entender mejor al hijo. El enojo manifiesto o encubierto, surge cuando lo que el psicólogo die lo sienten como un reproche o castigo por las peleas continúas. Por esta razón es tan importante abstenerse de entrar en la actitud de tomar partido o de desautorizar francamente a uno de los padres del (43) paciente. Lo más saludable es mostrar en qué esta acertado cada uno y qué efectos producen en el hijo los errores década uno. Otra dificultad que puede presentarse, deriva de la similitud entre la patología del hijo y la de uno de sus padres. Una reacción defensiva común en el padre aludido puede ser la de restar importancia a dicha patología reforzando esto con racionalizaciones “de chico yo era igual y estoy bien”. Los datos que apuntan a esa patología no aparecen como motivo manifiesto o no se les da primacía. Es el psicólogo el que debe captarlos y preguntar.

Debe ocuparse desde el primer momento de discriminar identidades dentro del grupo familiar que lo consulta. Es muy importante que establezca cuales y de qué tipo e intensidad son las identificaciones proyectivas que hace cada padre con el hijo y éste con ellos. Cuanto menos experiencia tenga y menos elaborados estén sus conflictos personales, más expuesto se halla el psicólogo a dejarse llevar por el mecanismo de contra identificación proyectiva. (44)

Esta puede darse con uno de los padres con ambos, como pareja o con el hijo En todo esto la ansiedad desempeña un papel importante, así como también el grado de madurez alcanzado por los aspectos infantiles del psicólogo y de los padres del paciente. Si el psicólogo mantiene un sometimiento infantil respecto de sus padres internos, poca libertad de pensamiento y acción puede permitirse frente a la pareja que lo consulta. Propenderá a creer lo que le digan, a aceptar el encuadre que ellos fijen, le resultará difícil o imposible ponerles un límite si es necesario. No logrando poner la distancia suficiente como para meditar en forma adecuada sobre el caso. La ansiedad funciona en el psicólogo como una señal de alarma ante un emergente en determinado momento de la entrevista, si logra instumentalizarla, logrará un mejor insight. Si por el contrario, se deja invadir por la ansiedad, pierde capacidad de discriminación, se confunde, de deja manjar, fracasa su capacidad de penetración en el otro o toma de camino que nada tiene que ver con el punto de urgencia que determino la aparición de la alarma.

La ansiedad puede favorecer o inhibir las posibilidades del psicólogo, de preguntar, escuchar, retener, elaborar hipótesis, integra datos y efectuar una buena síntesis y posterior devolución. Se contra- identificará con los padres atacando al hijo o con el hijo atacando a los padres, interfiriendo su propia labor hasta el punto de constituir una barrera impenetrable en la comunicación. La culpa también desempeña un papel preponderante tanto en los padres, el paciente como en el psicólogo. Cuanto mayor es la ansiedad que detectamos en la entrevista, mayor es también la culpa subyacente. (45)

Independiente del monto y calidad de la culpa, es casi general que aparezca en los padres la fantasía la irreparabilidad, cuando se enfrentan con una historia más real que incluye sus aspectos amorosos y destructivos, enfrentarse con su calidad de padres no perfectos duele, y si el psicólogo no lo comprende puede aparecer como figura censora que los castigará como a hijos sorprendidos en falta. Para algunos padres el fracaso de su omnipotencia es algo tan intolerable que prefieren evitar o suspender la consulta. Si la ansiedad y la culpa se encaran adecuadamente desde la primera entrevista, quedará asegurada una mayor garantía de la calidad del trabajo diagnóstico del psicólogo y sobre todo se dejará el terreno bien preparado para la entrevista devolutiva y para la elaboración de un plan terapéutico correcto si es menester. (46)

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