sábado, 23 de abril de 2011

INTRODUCCIÓN A LOS TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD

INTRODUCCIÓN

Las formas características que tiene una persona para responder algunas veces se conocen como su personalidad. Sin embargo son rasgos de personalidad; que es un patrón permanente de percepción, relación y pensamiento acerca del ambiente y de los demás, patrón que esta arraigado en la matriz de la composición psicológica del sujeto.

Los estilos de personalidad de la mayor parte de la gente no afectan su comportamiento de manera similar si un individuo es incapaz de modificar s comportamiento cuando el entorno en que vive experimenta cambios significativos que requieren de enfoques diferentes. Si las características de la personalidad no son lo suficientemente flexibles para permitir que un individuo responda en forma adaptada ante, por lo menos, una variedad normal de situaciones, es probable que presente un trastorno.

La importancia del estudio de la personalidad la podemos identificar en cuatro puntos:

1. Permite entender los motivos que llevan al sujeto actuar; opinar; sentir; ser; etc.
2. Integra en un solo concepto conocimientos que podemos adquirir por separado (percepción, motivación, aprendizaje)
3. Aumenta la probabilidad de poder predecir la conducta de un individuo
4. Ayuda a conocer cómo se interrelacionan los diferentes factores que integran la personalidad.

Cuando los estilos de la personalidad se vuelven patológicos, pueden impedir un funcionamiento normal de un individuo en situaciones importantes y pueden llevarlo a la ansiedad y a sentimientos de aflicción e infelicidad

Los trastornos de personalidad son formas duraderas, inadaptadas e inflexibles de relacionarse con el entorno. Estos se pueden detectar en la niñez o al menos al principio de la adolescencia y, tal vez continúen durante la edad adulta.

Limitan de manera severa la forma como un individuo enfrenta las situaciones que le producen estrés, ya que sus estilos característicos de pensar y comportarse le permiten sólo un rango rígido y estrecho de respuestas.

Se manifiestan en al menos dos de las siguientes áreas: 1. Cognición; 2. Afectividad; 3. Funcionamiento interpersonal y 4. Control de los impulsos.

Este patrón inflexible se hace evidente en diversas situaciones personales y sociales y provoca malestar o deterioro. Sus problemas reflejan una dependencia excesiva, un miedo abrumador a la intimidad, una preocupación intensa, una conducta de explotación o una rabia incontrolable

Para poder diagnosticar un trastorno de personalidad podemos seguir o tomar en cuenta los siguientes criterios diagnósticos:

1. Un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del individuo: que se manifiesta en al menos dos de las siguientes áreas

Cognición. Formas de percibir e interpretarse a sí mismo, a los demás y a los eventos
Afectividad. Rango, intensidad y adecuación de la respuesta emocional
Funcionamiento interpersonal
Control de los impulsos y satisfacción de deseos
2. Las desviaciones debe manifestarse de forma generalizada como un comportamiento rígido y desadaptativo que interfiere en una amplia gama de situaciones personales y sociales (no se limita a una situación o estímulo desencadenante)

3. Se produce malestar general, efecto negativo en el entorno social o ambos

4. Evidencia de que la desviación es estable y de larga duración, con inicio al final de la infancia o la adolescencia

5. La desviación no puede ser explicada como una consecuencia de otros mentales del adulto

6. La alteración no se debe a enfermedad del sistema nervioso central, traumatismo o disfunciones cerebrales

SÍNTOMAS DEPENDIENTES DE LA CULTURA, LA EDAD Y EL SEXO

La valoración de la personalidad debe tener en cuenta los antecedentes étnicos, culturales y sociales del sujeto. Los trastornos de la personalidad no se deben confundir con problemas asociados a la adaptación a una cultura diferente que se da tras la inmigración o con la expresión de hábitos, costumbres o valores religiosos o políticos propios de la cultura de origen del sujeto. En especial si se evalúa a alguien de una cultura diferente, resulta útil para el clínico obtener información de gente que conozca el entorno cultural del sujeto

Los “rasgos” de la personalidad identificados con adjetivo tal como dependiente, retraído, agobiante o extravertida pueden conceptualizarse como expresiones abiertas de estas estructuras subyacentes. Al asignar significados a los acontecimientos, las estructuras cognitivas inician una reacción en cadena que culmina en los tipos de conducta abierta (estrategias) que se atribuyen a los rasgos de personalidad, representan estrategias interpersonales desarrolladas a partir de la interacción entre las disposiciones innatas y las influencias ambientales.

La activación pronunciada de esquemas disfuncionales está en el núcleo de los denominados trastornos del Eje I, como por ejemplo la depresión. Los esquemas más idiosincrásicos, disfuncionales, desplazan a los más adaptativos, orientados a la realidad, en funciones tales como el procesamiento de la información, el recuerdo y la previsión. Por ejemplo, en la depresión, la modalidad organizada en torno al tema de la autonegación se vuelve dominante. En los trastornos de ansiedad, hay un predominio de la modalidad correspondiente al peligro personal; en los trastornos por angustia, se moviliza la modalidad correspondiente a la catástrofe inminente.

Las creencias disfuncionales típicas y las estrategias mal adaptadas que se expresan en trastornos de la personalidad hacen a los individuos sensibles a experiencias vitales que inciden en su vulnerabilidad cognitiva. Así, el trastorno de la personalidad dependiente se caracteriza por una sensibilidad a la pérdida de amor y ayuda; el narcisista es sensible al atentado contra su autoestima; el histriónico, al fracaso cuando intenta manipular a los demás para obtener atención y apoyo. La vulnerabilidad cognitiva se basa en creencias extremas, rígidas e imperativas. En un terreno especulativo, pensamos que esas creencias disfuncionales se originan en la interacción de la predisposición genética del individuo con su exposición a influencias indeseables de otras personas y a hechos traumáticos específicos.

Podemos comprender mejor las estructuras, funciones y procesos de la personalidad si examinamos las actitudes, los sentimientos y la conducta a la luz de su posible relación con estrategias etológicas. Es razonable considerar que en nuestros procesos automáticos (el modo como construimos los acontecimientos, sentimos y nos dispone a actuar)) influyen procesos cognitivo – afectivo – motivacionales antiguo) Los programas involucrados en el procesamiento cognitivo, el afecto, la excitación y la motivación, pueden haber evolucionado como consecuencia de su capacidad para sostener la vida y promover la reproducción.

PROCESAMIENTO DE LA INFORMACIÓN Y PERSONALIDAD

El modo como las personas procesan los datos sobre sí mismas y sobre los demás sufre la influencia de sus creencias y los otros componentes de su organización cognitiva. Cuando existe algún tipo de trastorno – un síndrome sintomático (Eje I) o un trastorno de la personalidad (Eje II) – la utilización ordenada de esos datos se vuelve sistemáticamente distorsionada de un modo disfuncional. Esa distorsión de la interpretación y la conducta consecuente reciben su forma de creencia disfuncionales.

Los pensamientos, sentimientos y deseos se limiten quizás a pasar fugazmente por nuestra conciencia, las estructuras subyacentes responsables de esas experiencias subjetivas son relativamente estables y persistentes. Además no son en sí mismas conscientes, aunque por medio de la introspección podemos identificar su contenido. Sin embargo, a través de procesos conscientes tales como el reconocimiento, la evaluación y la puesta a prueba de sus interpretaciones, las personas pueden modificar la actividad de las estructuras subyacentes y en algunos casos cambiarlas sustancialmente.

CARACTERÍSTICAS DE LOS ESQUEMAS

Esquema se denomina a las estructuras que integran y adscriben significado a los hechos, el contenido de los esquemas puede tener que ver con las relaciones personales (como las actitudes respecto de uno mismo o los demás) o con categorías impersonales (objetos inanimados). Estos objetos puede ser concretos (una silla) o abstractos (mi país).

Los esquemas tienen cualidades estructurales adicionales, como la amplitud (son reducidos, discretos o amplios), la flexibilidad o rigidez (capacidad para la modificación) y la densidad (preeminencia relativa en la organización cognitiva). También se los describe en función de su valencia – su grado de activación en un momento dado -. El nivel de activación (o valencia) oscila entre los extremos de “latente” e “hipervalente”. Cuando los esquemas son latentes, no participan en el procesamiento de la información; cuando están activados, canalizan el procesamiento cognitivo desde las primeras etapas hasta las finales.

En el campo de la psicopatología, el término esquema se ha aplicado a estructuras con un contenido idiosincrático altamente personalizado, que se activan durante trastornos tales como una depresión, la ansiedad, las crisis de angustias y las obsesiones, y se vuelven predominantes. Cuando son hipervalentes, esos esquemas idiosincrásicos desplazan y probablemente inhiben a otros que podrían ser más adaptativos o apropiados en una situación dada, en consecuencia, introducen una tendenciosidad sistemática en el procesamiento de la información.

Los esquemas típicos de los trastornos de la personalidad se asemejan a los activados en los síndromes clínicos, pero actúan con más continuidad en el procesamiento de la información. En el trastorno de la personalidad por dependencia, el esquema “necesito ayuda” se activará siempre que surja una situación problemática, mientras que en las personas deprimidas sólo adquirirá relieve durante la depresión. En los trastornos de la personalidad, los esquemas forman parte del procesamiento de la información normal, cotidiana.

La personalidad puede concebirse como una organización relativamente estable compuesta por sistemas y modalidades. Los sistemas de estructuras entrelazadas (esquemas) son los responsables de la secuencia que va desde la recepción de un estímulo hasta el punto final de una respuesta conductual. La integración de los estímulos ambientales y la formación de una respuesta adaptativa dependen de esos sistemas entrelazados de estructuras especializadas. Por ejemplo, los esquemas cognitivos tienen que ver con la abstracción, la interpretación y el recuerdo; los esquemas afectivos son responsables de la generación de sentimientos; los esquemas motivacionales se relacionan con los deseos; los esquemas motivacionales se relacionan con los deseos; los esquemas instrumentales preparan para la acción, y los esquemas de control están involucrados en la autoobservación y la inhibición o dirección de las acciones.

BIBLIOGRAFIA

Apuntes de clases de psicopatología

BECK. Aaron; FREEMAN, Arthur y otros: Terapia Cognitiva de los Trastornos de personalidad: Edit PAIDOS. España 1995

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