lunes, 19 de marzo de 2018

LA VIOLENCIA Enrique Echeburua (extracto Manual de violencia Familiar) Madrid 1998


LA VIOLENCIa





Enrique Echeburua (extracto Manual de violencia Familiar) Madrid 1998



La violencia en el hogar ha experimentado un desarrollo espectacular en las últimas décadas, quizá porque ha aumentado de forma notable, quizá porque ahora emerja más al exterior o quizá por una mezcla de las dos cosas.

Por extraño que pueda parecer, el hogar – lugar, en principio, de cariño, de compañía mutua y de satisfacción de necesidades básicas para el ser humanopuede ser un sitio de riesgo para las conductas violentas. Las situaciones de cautiverio – y la familia es una institución cerrada – constituyen un caldo de cautivo apropiado para las agresiones repetidas y prolongadas



En estos casos las víctimas pueden sentirse incapaces de escapar del control de los agresores al estas sujetas a ellos por la fuerza física, por la dependencia emocional, por el aislamiento social o por distintos tipos de vínculos económicos, legales o sociales.






La conducta violenta en casa supone un intento de control de la relación y es reflejo de una situación de abuso de poder. Resulta, por ello, explicable que el maltrato lo protagonicen los hombres y se cebe en las mujeres, los niños y los ancianos, que son los sujetos más vulnerables en el seno del hogar.


Las desavenencias conyugales no son sinónimo de violencia. Los conflictos en sí mismos no son negativos y son consustanciales a cualquier relación de pareja. Lo que diferencia a una pareja sana de una pareja violenta es que la primera utiliza formas adecuadas de solución de problemas, mientras que la segunda recurre a la violencia como la forma más rápida y efectiva de zanjar – provisionalmente – un problema. Se trata en este caso de una herida cerrada en falso.

El maltrato doméstico puede funcionar como una conducta agresiva que es aprendida de forma vicaria por los hijos y que se transmite culturalmente a las generaciones posteriores. La observación reiterada por parte de los hijos de la violencia ejercida por el hombre a la mujer tiende a perpetuar esta conducta en las parejas de la siguiente generación. Los niños aprenden que la violencia es un recurso eficaz y aceptable para hacer frente a las frustraciones del hogar. Las niñas aprenden, a su vez, que ellas deben aceptarla y convivir con ella.




Una de las características singulares del maltrato doméstico es la cronicidad. Por término medio las mujeres permanecen en la situación de violencia durante un período no inferior a 10 años antes de adoptar algún tipo de medidas. Con frecuencia se engañan a sí mismas convenciéndose de que las cosas no están tan mal y de que pueden evitar nuevos abusos si perseveran en el intento.

La búsqueda tardía de ayuda terapéutica se explica por:


Razones económicas (dependencia del marido)
Sociales (la opinión de los demás)
Familiares (la protección de los hijos)
Psicológicas (la minimización del problema, la vergüenza, el miedo, la indefensión generada, la resistencia a reconocer el fracaso de la relación)
Temor ante el futuro (precariedad económica, problemas de vivienda, porvenir incierto de los hijos, enfrentamiento en solitario ante la vida)


Los estereotipos sociales desempeñan un papel importante en la ocultación de la violencia en el hogar. En concreto, la consideración de que la violencia familiar atañe sólo AL ÁMBITO DE LO PRIVADO Y LA RELATIVA ACEPTACIÓN SOCIAL de las conductas de maltrato ha contribuido a inhibir la aparición del problema en sus justas dimensiones, así como a mantener una serie de creencias erróneas al respecto.





El mantenimiento o la ruptura de la relación de pareja por parte de la mujer dependen de la edad, el nivel cultural, la existencia de trabajo extradoméstico y el apoyo social, así como de las expectativas previas en relación con la pareja.
La conducta violenta en el hogar es resultado de un estado emocional intenso – la ira – que interactúa con unas actitudes de hostilidad, un repertorio pobre de conductas (déficit de habilidades de comunicación y de solución de problemas) y unos factores precipitantes (situaciones de estrés, consumo abusivo de alcohol, celos etc.,) así como la percepción de la vulnerabilidad de la víctima.

Una vez adoptada la violencia como estrategia adecuada de control de la relación, puede referirse también a los niños, que al contar, como en el caso de las mujeres, con una menor fortaleza física, pueden convertirse en un objetivo más fácil de maltrato.

Si la violencia tiene de por sí un efecto destructivo y resulta siempre irracional, lo es mucho más cuando se ejerce en un entorno – la familia – del que se espera cariño y apoyo mutuo y se recibe, por el contrario, odio, humillación.

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