La prostitución y la pornografía son el extremo más negativo y la
muerte de la capacidad de gozar del sexo, ambas son las escuelas del machismo y
la violencia sexual, se marcan zonas de las ciudades como “zonas rosas”, “zonas
rojas”, tratando de ocultar su verdadera cara; que son lugares de explotación
sexual, de trata y tráfico de seres humanos y violencia sexual comercial,
prácticas basadas en la premisa de humillación, sometimiento y poder del hombre
sobre la mujer. La prostitución según el
Diccionario de la Lengua (22.ª edición), la define como la “actividad a la que
se dedica quien mantiene relaciones sexuales con otras personas, a cambio de
dinero”. Con lo que este término podría hacer referencia a cualquier persona
sea hombre o mujer que perciba una remuneración, en especie o género por contactos
sexuales coitales, en la forma que sea, durante el tiempo que sea, sean estos
hombres o mujeres. O sea que parece que este concepto no solo llega a las
trabajadoras sexuales.
La prostitución es y seguirá
siendo un negocio rentable, porque es una práctica común de los hombres, donde
según los que acceden a estos servicios, dicen que van a aprender del sexo, o
que van a hacer cosas que no pueden hacer con sus parejas, incluso cuando sus
parejas no quieren tener relaciones con ellos, se ven “obligados” a buscarla en
estas casas de citas. Cuando en realidad son remedio a sus complejos, sus
inseguridades, sus frustraciones, ya que solo pagando por sexo, se puede
fortalecer su virilidad y machismo, cuando sienten que humillan a una mujer
cuando se sienten “hombres”. Con lo cual se demuestra que los “hombres” no
logran sostener por sí mismos su modelo de hombre, machista, misógino,
heterosexual compulsivo, totalmente deshumanizante del ser humano y más aún en
el campo sexual y que necesita alcohol y consumo de prostitución y pornografía
para sostenerse.
Uno de los motivos por los que se
sanciona a la trabajadora sexual es porque cobra, cuando se supone que las
mujeres están siempre dispuestas y encantadas cuando un hombre les pide tener
relaciones sexuales, con lo cual en el disfrute está la recompensa de ella. Siendo
así inadmisible que esa recompensa sea abiertamente económica y fijada por ella
y no por él, es decir… “si quieres acceso a mi cuerpo pagas lo que yo te diga…”,
y el hombre en ventaja y revancha como para del instrumento de control y
dominación, pretende hacer con ella todo lo que su imaginación machista,
perversa y violenta quisiera, bajo el pretexto de que está pagando por un
servicio, llegando de este modo a deshumanizarse y deshumanizar a la persona
que está pagando con tal de validar su hombría y virilidad tan frágil.
Esta sociedad machista, censura,
castiga que pretende alejar de la sociedad a la trabajadora sexual, no dice nada frente a los consumidores de
prostitución y pornografía, a ellos jamás se los señala, no se los persigue, no
se les acosa, sino se les permite seguir por la ciudad caminando y cediéndole
espacios para que siga con su violencia, reforzando su conducta machista, a
seguir considerando el cuerpo de las mujeres como un bien de uso y desuso, como
un recipiente, un objeto para excitarse, tomar el control y sentir el poder
sobre el mismo.
La pornografía que produce
imágenes violentas muestra a la mujer como esclava, como inferior al varón,
como objeto sexual. Focaliza las imágenes en las nalgas, los senos y la vagina
de la mujer, de esta manera ayuda a la deshumanización de la misma, quitando de
lado todos los afectos y sentimientos que pudieran existir en las personas, y
lamentablemente adolescentes, jóvenes sin mucho criterio de lo que es una
película pornográfica, creen y generan fantasías de tener relaciones sexuales
como en esas películas en sus relaciones y con las mujeres con las que pudiera
lograr un coito.
Es lamentable todavía escuchar y ver
hombres que no pueden considerar un viernes de soltero sin ir a un prostíbulo,
sin pagar por sexo en una despedida de soltero, o es más en algunos casos, paso
obligatorio para el inicio de la vida sexual, donde en vez de disfrutar de
sensaciones agradables, placenteras, afectos, aprendizajes mutuos y
compromisos, los sentimientos están borrados. Se aprende a humillar a la mujer,
generando el imaginario que todas las mujeres son así, con la excepción de su
madre, la única según los hombres que no es una trabajadora sexual. Y las demás
son. Que lamentable tener que pagar para poder decir que eres “hombre” o tratar
de repetir una película para disfrutar con tu pareja… Piénsalo amigo el consumo
de la prostitución y la pornografía solo mella tu capacidad de amar
honestamente.
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