La ansiedad
constituye un índice del curso de una entrevista y debe ser atentamente seguida
por el entrevistador; tanto la que se produce en él mismo como la que aparece
en el entrevistado. Debe ser vigilada no sólo a su aparición, sino también su
grado o intensidad, porque si bien dentro de determinados límites es un agente
motor de la relación interpersonal, pero puede quedar perturbada e incontrolada
si sobrepasa cierto nivel, por lo que el umbral de tolerancia a la misma debe
ser permanentemente detectado.
Durante la
entrevista se pueden incrementar tanto su ansiedad como sus mecanismos
defensivos, porque lo desconocido que enfrenta no es sólo la situación externa
nueva, sino también el peligro de lo que desconoce en su propia personalidad.
Si estos factores no se presentan, el lograr que aparezcan en una cierta medida
en la entrevista forma parte de la función de motivar al entrevistado. En
algunos casos la ansiedad se halla delgada o proyectada en otra persona, que es
quien solicita la entrevista y manifiesta interés en que la misma se lleve a
cabo.
La ansiedad del
entrevistador es uno de los factores más difíciles de manejar, porque ella es
el motor del interés en la investigación y del interés en penetrar en lo
desconocido. Toda investigación requiere la presencia de ansiedad frente a lo
desconocido, y el investigador tiene que poseer capacidad para tolerarla y
poder instrumentarla sin lo cual se cierra la posibilidad de una investigación
eficaz; esto último ocurre también cuando el investigador se ve abrumado por la
ansiedad o recurre a mecanismos defensivos frente a la misma (racionalización,
formalismos, etc.)
Frente a la
ansiedad del entrevistado no se debe recurrir a ningún procedimiento que la
disimule o reprima, sólo debe ser manejada comprendiendo los factores por los
cuales aparece y operando según esa comprensión. La tarea del entrevistador es
la de desarmar estas defensas para que aparezca cierto grado de ansiedad, lo
que significa un índice de la posibilidad de actualización de los conflictos.
Todo este manejo
técnico de la ansiedad tiene que ser hecho teniendo siempre en cuenta la
personalidad del entrevistado y por sobre todo el beneficio que para él puede
significar la movilización de la ansiedad, de tal manera que aún frente a
situaciones muy claras no se debe ser activo si ello significa abrumar al
entrevistado con conflictos que no podrá tolerar. Es el denominado TIMING de la
entrevista, que es el tiempo propio o personal del entrevistado, que depende
del grado y tipo de organización de su personalidad, para enfrentar sus
conflictos y para resolverlos.
El instrumento de
trabajo del entrevistador es él mismo, su propia personalidad, que entra
indefectiblemente en juego en la relación interpersonal con el agravante de que
el objeto que debe estudiar es otro ser humano. Al examinar la vida de los
demás, se halla directamente implicada la revisión y examen de su propia vida,
de su personalidad, conflictos y frustraciones. Cuando queremos ocuparnos de la
enfermedad en seres humanos tomados como tales, nuestra ansiedad aumentan, pero
al mismo tiempo se debe deponer el bloqueo y las defensas.
El contacto directo
con seres humanos, como tales, enfrenta al técnico con su propia vida, su
propia salud o enfermedad, sus propios conflictos y frustraciones. Si no gradúa
este impacto su tarea se hace imposible: o tiene mucha ansiedad y entonces no
puede actuar o bien bloquea la ansiedad y su tarea es estéril. El psicólogo
puede oscilar fácilmente entre la ansiedad y el bloqueo, y esto no perturba su
tarea siempre que pueda resolver ambos fenómenos en la medada en que aparecen.
Una mala disociación con intensa y permanente ansiedad hace que el psicólogo
desarrolle conductas fóbicas u obsesivas frente a sus entrevistados y entonces
evita realizar entrevistas o interpone instrumentos y tests para evitar el contacto
personal y la ansiedad consiguiente.
Otro riesgo es el
de la proyección de los propios conflictos sobre el entrevistado y una cierta
compulsión a ocuparse, indagar o hallar perturbaciones en la esfera en que las
está negando en sí mismo. La rigidez y la proyección conducen a encontrar
solamente lo que se busca y se necesita y a condicionar lo que se encuentra
tanto como lo que no se encuentra.
Las
personas pueden provocar reacciones contratransferenciales típicas en el
entrevistador y éste tiene permanentemente que poder observarlas y resolverlas
para poder utilizarlas como información e instrumentos en el curso mismo de la
entrevista. Es importante y aún imprescindible que el psicólogo no trabaje
aislado, sino que forme por lo menos grupos de estudio y de discusión en los
que revea el trabajo que se realiza, para caer en la estereotipa no hay mejor
clima que el aislamiento profesional, porque el aislamiento termina por
encubrir las dificultades con la omnipotencia.
Para que una
persona concurra a una entrevista debe haber llegado a una cierta percepción o
insight de que algo no anda bien, de que algo ha cambiado o se ha modificado, o
bien se percibe a sí mismo con ansiedad o temores.
Schilder reúne
cinco grupos de individuos que concurren al psicólogo:
a) Los que concurren por quejas corporales
b) Por quejas mentales
c) Por quejas debidas a la falta de éxito
d) Por quejas referentes a dificultades en la vida diaria
e) Por quejas de otras personas
El que viene tiene
un cierto insight o percepción de su enfermedad y corresponde al paciente
neurótico, mientras que el psicótico en cambio, es traído. El que no tiene
motivos para venir pero viene porque lo han mandado, corresponde a la
psicopatía, el que hace actuar a otros y delega en otros sus preocupaciones y
malestares. También tenemos el caso de aquel que viene a consultar por un
familiar. Se realiza la entrevista con el que viene, indagando su personalidad
y su conducta. Si al entrevistado precede un informante, se le debe comunicar
que lo que él diga sobre el paciente le será comunicado a este último,
anticiparle antes que informe.
El que viene solo
es el representante de un grupo familiar esquizoide, en el que la comunicación
entre sus miembros es muy precaria: viven dispersos o separados, con un grado
acentuado de bloqueo afectivo. Otros son los que vienen varios a la consulta y
se tiene que preguntar por quién vienen; es el grupo epileptoide, viscoso a
aglutinado, en el cual hay una falta o déficit en la personificación de sus
miembros con un alto grado de simbiosis o interdependencia, la persona está
demasiado rodeado por un cuidado exagerado a asfixiante.
Otro tipo es el que
viene acompañado por una persona, familiar o amigo, que es el caso del fóbico
que necesita del acompañante. El caso de los matrimonios cuyas integrantes se
inculpan mutuamente de neurosis, infidelidad, etc., la entrevista se realiza
con todos los que han concurrido, manejados como un grupo diagnóstico, el
técnico actúa como observador participante, interviniendo en momentos de
tensión o cuando se interrumpe la comunicación, o para señalar los
entrecruzamientos proyectivos.
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