Es el “gran momento”,
el “hito” que marcará el paso a una nueva y definitiva dimensión en la vida
sexual. Quizá por ello esta “primera vez” se lo ha imaginado social y
culturalmente como un momento “maravilloso”,
“único”, “mágico”. Existe un supuesto que toda persona sabe de forma espontánea
cómo es y cómo realizar la relación sexual coital, que no tiene nada que
aprender y basta con que se dé la ocasión para que el resultado sea “satisfactorio”.
Estos imaginarios
se contradicen al tener conversaciones de café, de universidad, de colegio y sobre
todo en el consultorio, porque en muchos casos son todo lo contrario. Con
frecuencia se refieren a esta primera vez como “…tanto lio para eso…” “…estuve
con mucho miedo que no disfrute nada…” “… fue tan rápido que solo pensaba en
terminar…” “… ja ja ja no sabía cómo ni por dónde empezar y recordaba lo que
decían mis amigos y lo que vi en alguna película” “… solo hice como vi en
películas y me dijeron los cuates cómo se debía hacer…” “… cuestión de entrar y
salir y pare de contar…” Aunque el amor y el afecto sean insuperables y cada
miembro de la pareja desee satisfacer al otro, es frecuente que no sepan cuáles
son los deseos de su pareja y menos aún cómo satisfacerlos. Si a esto se añade
el que las condiciones en que suele llevarse a cabo esta “primera vez” no son
las idóneas, es difícil que esta sea algo maravilloso ¿Verdad?
Partamos de que
para realizar adecuadamente cualquier actividad debemos tener un proceso de
aprendizaje sumado a esto la práctica que será lo que determinará una adecuada
realización de la conducta que requerirá cierta habilidad para llegar a
desarrollar la experticia necesaria y realizarla adecuadamente; es así que en
la primera relación sexual, por definición no hay práctica (es la primera vez)
sumado a esto se tiene poca o ninguna base de educación sexual, y el
desconocimiento del cuerpo de la otra persona, hombres que desconocen el cuerpo
de las mujeres y viceversa y expectativas sociales hacia cada uno.
En el caso de los
varones, se da por supuesto que sabe todo sobre las relaciones sexuales
coitales, se le exige actuar de forma adecuada, que ha de controlar la situación
y no se le permite dudar. Siendo que en la realidad no se le ha facilitado
aprender apenas algo sobre sexualidad (desde lo biológico del cuerpo femenino y
de su propio cuerpo) ni mucho menos de forma práctica. Por lo que muchas veces
la ansiedad y el deseo de cumplir (visto como rendimiento más que afecto)
dificulta su propia respuesta y facilita la aparición de problemas.
En el caso de la
mujer, la situación no es mejor ya que se da por supuesto que no debe mostrarse
muy activa y mucho menos tratar de controlar la situación. Sumado a la
expectativa más habitual de que la primera relación sexual coital es dolorosa,
sucia, se desgarra el himen, se sangra (se relajan menos preocupadas por
identificar la aparición del posible dolor)
y se comienza un camino sin retorno: dejar de ser virgen. Entonces
acceder a esta primera relación con estos prejuicios no parece ser la mejor
preparación para disfrutar el momento, más aún si se añade el miedo a quedarse
embarazada. En general no debe considerarse el dolor en la primera relación
como algo “normal” o “necesario”; en la mayor parte de los casos no tiene por
qué ser así. Es más si aparece, es conveniente prestarle atención, porque en
algunos casos puede ser producto de un desgarro o lesión que tienen poco que
ver con la ruptura del himen. El que duela o no, no quiere decir nada sobre la
sexualidad de la mujer, ni sobre la normalidad o anormalidad del acto, ni sobre
lo que sucederá en coitos posteriores.
Es así la necesidad
de fomentar una actitud más honesta y sincera en la pareja que podría ser la de
compartir intereses, deseos, miedos, conocer a la pareja, y de esta manera evitar estos
problemas, falsas expectativas que pueden entorpecer nuestras relaciones
sexuales futuras. No se puede presuponer que lo que tu deseas, tu pareja también lo desea,
por eso siempre tienes que preguntar, escuchar y respetar lo que responda y
quiera.
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