A
hombres y mujeres la sociedad nos ha ido construyendo para pensar que los
testículos y el pene son el atributo masculino por excelencia, la idea de que
tenerlos hace la diferencia y marca la “superioridad” de unos sobre otras y
otros. El poseerlos impone la violencia, insensibilidad, dureza emocional, el
placer es para los hombres las demás son instrumentos para llegar a ese placer,
poca demostración de afectos y despreocupación de las demás personas. Generando
una visión machista, es decir, un conjunto de actitudes y prácticas aprendidas
sexistas vejatorias u ofensivas llevadas a cabo en pro del mantenimiento de órdenes
sociales en que las mujeres son sometidas o discriminadas en todos los niveles,
además que a los hombres se castra la emocionalidad y solidaridad hacia las
demás personas.
La sexualidad
se construye a partir del momento de nacimiento y se la experimenta en el
transcurso de nuestra vida, hasta que morimos. A medida que se
va creciendo, va llenándose de elementos que la hacen más compleja, y da la
oportunidad de decidir sobre nuestro cuerpo, afectos, pase lo que pase. La
sexualidad masculina es sometida y confundida por las exigencias, presiones y
normas que la sociedad tiene sobre el cuerpo, los varones deben asumir ciertas formas de conducta
propias de “su sexualidad” como ser: machista,
de heterosexualidad obligatoria, toda manifestación de poder y sexualidad se
reduce al coito y al placer genital, devalúa la masturbación y obliga a los
hombres a sentir deseo constante hacia las mujeres
La
identidad masculina se ha construido históricamente en oposición a la identidad
femenina, los comportamientos
femeninos son mal vistos en los varones, lo cual es por demás obvio que
afectará en su relación y visión de las mujeres, ya que al nacer autoafirmado
socialmente, y se lo va educando evitando cualquier comportamiento femenino,
existe ya una incorporación de desvalorización de las mujeres. De ahí que sus
comportamientos y valoraciones hacia las mujeres sean de minusvalía lo cual
obviamente genera relaciones conflictivas de amistad, de pareja y laboralmente
con las mismas. Ya que en sus prácticas conscientes o inconscientes se
evidenciará esa desvalorización hacia las mujeres.
Otra
de las exigencias que el hombre tiene es la de tomar la iniciativa sexual, siendo
entrador, hablador y conquistador y no dejar pasar ninguna oportunidad. Se mete
en la cabeza de los varones la idea de que las mujeres lo único que quieren es
acostarse con él para tener coitos, llegando al extremo del consumo de la
prostitución que los hace actuar como un macho, que se sirve del cuerpo de una
mujer como recipiente, como objeto, a excitarte sintiendo poder sobre el cuerpo
de una mujer. Hay una frase común que el hombre podría decirle a la mujer en
las preliminares: "te voy a hacer sentir mujer", o hablando de la
relación con ella para un tercero dice: "la rompí toda", si bien
trata de referirse a la potencia de su órgano, sólo dice de la condición de su
deseo y de la posibilidad de su goce. La hizo pedazos, el hombre goza del
cuerpo de la mujer haciéndola pedazos, goza de una parte. Convirtiéndose la
sexualidad en un terreno de alta exigencia, no siempre placentero, construida
fundamentalmente sobre la genitalidad y la respuesta sexual y es un espacio de
alto riesgo de insegurización de la identidad masculina.
Es
tiempo de que los hombres comencemos a reflexionar sobre nuestra sexualidad:
Que somos seres integrales y no solamente pene y testículos,
Que no somos hombres por lo que tenemos entre las piernas sino por lo
que podemos hacer con nuestras vidas.
Que la sexualidad por rendición, coito eyaculatoria y focalizado en sí
mismo, debe ser reemplazada por una basada en el respeto, conociendo los intereses,
deseos de nuestra pareja son válidas y cuando nos dicen No, es no.
Que el consumo de la prostitución es solo un medio de este sistema
patriarcal, que nos quiere hacer ver como personas incontrolables sexualmente y
justifica infidelidades y violencia.
Que la pornografía no es una herramienta de aprendizaje de la
sexualidad, sino la cosificación de hombres y mujeres, su reducción a pene y
vagina que hace daño en la vida cotidiana de hombres y mujeres.
Que el aceptarse con necesidades emocionales puede cambiar el esquema de
masculinidad tradicional y crear nuevas formas de relacionarse con las mujeres,
en buenos términos de respeto, comprensión, comunicación, conciliación de
intereses, abiertos al diálogo, solidaridad y corresponsabilidad.