…Que
píldoras del día después… que se legalice el aborto… es tu vida tú decides… la
decisión está en tus manos… y no sé cuantas cosas más se están escuchando
diariamente, para tratar de controlar lo que ya se nos escapo de las manos, la
educación de y para la sexualidad de las personas (hombres y mujeres de todas
las edades), queriendo dejar de lado el verdadero problema, y buscando remedios
caseros que no resuelven nada, sino complican más la vida de las personas. Se
sigue promoviendo las relaciones sexuales irresponsables, sin que medie afecto,
ni respeto a la otra persona, solo una visión mercantilista y machista de la
sexualidad ya que se propone tener
relaciones sexuales con alguien y si no te gusta te buscas otra… tan fácil como
eso.
Parto
este artículo pensando que el ser humano es un animal sexual. La biología lo
impulsa, como animal natural, a perpetuar la especie, teniendo la
capacidad de elegir si vivir y practicar su sexualidad o no. La decisión
personal de cada individuo y las causas de su comportamiento son muy variadas.
Olvidamos que hacer el
amor debe ser un acto de entrega, de compenetración, de confianza. Y solo se da
cuando la pareja funciona, no cuando solo es tener contacto sexual con otra persona,
por experimentar, por pensar que la juventud solo se vive una vez o que las
hormonas son incontrolables, o que si todos lo hacen por qué uno no debería
hacerlo. Es muy importante hacer planes juntos, entender la sexualidad como
algo más allá del coito y sobre todo, hablar con confianza con la pareja y
consultar con médicos y especialistas si surge algún problema o duda a nivel
sexual.
Para esto uno de los
elementos importantes es que uno se conozca y se escuche a sí mismo, saber
cuáles son sus puntos de placer y aprende a comunicárselos a la otra persona, detenerse
y darse un tiempo para uno mismo, conocernos como personas, saber cuáles son
nuestros objetivos, sueños, capacidades y actitudes y, también, cómo somos
respecto del sexo, qué es lo que nos gusta y nos hace sentir bien. Además que el
disfrute no es sólo lo que hacemos, sino la actitud que tomamos, y la
conciencia que hagamos respecto a que la sexualidad es algo propio e
individual, por lo que debemos conocernos muy bien y responsabilizarnos de
nuestra felicidad para poder encontrarnos con otra persona. Cuanto mejor
estemos con nosotros mismos y más nos amemos, mejor serán nuestras relaciones
interpersonales y obviamente las sexuales.
Este aprendizaje
sexual y de poderlo disfrutar con otra persona no es algo innato sino que se
desarrolla y se alimenta siempre que nos hagamos responsables de ella, se la
puede aprender y mejorarla, siempre que estemos dispuestos a conocer mejor nuestra
sexualidad y explorar los propios deseos y auténticas necesidades, sin
prejuicios ni falsos mitos, es por eso que este
proceso debe hacerse respetando el ritmo de cada uno, lo cual quiere decir que
toma algún tiempo. Es muy importante considerar un intercambio gradual de
confianza, acercamiento y mutuo acuerdo hasta donde se puede llegar en cada
encuentro.
Las
relaciones precipitadas por encuentros casuales, apuestas, aventuras de
vacaciones o para experimentar un sexo de ocasión no dejan mayor satisfacción y
terminan tan rápido como comenzaron, se encienden las hormonas y precipitan los
hechos, convirtiéndose en barreras para aprender sobre la verdad de la plenitud
del placer sexual, sumado a esto tenemos el factor
esencial para la aparición del erotismo que se reproduce tan rápido que lo
único que importa en las formas de la sexualidad es el orgasmo. La prontitud
por alcanzar la satisfacción física olvida el carácter profundo del erotismo.
El misterio no tiene cabida en una sociedad que ha transformado las relaciones
sociales a largo plazo por simples clics que posibilitan la autoexploración
física. Lo erótico, lo místico, lo misterioso de la sexualidad se encuentra
recluido y apresado por la afición a la imagen, a la rapidez e inmediatez.
Lo
último que pensamos es que nuestra sexualidad puede ser una manera de expresar
nuestra espiritualidad, pasión por la vida, moralidad y ética. Tendemos a darle
más importancia a ser buenos anfitriones de una fiesta que a ser amantes
éticos. Cuando organizamos una fiesta en casa queremos brindar lo mejor. Sin
embargo, cuando decidimos compartir nuestro cuerpo con alguien, muchas veces le
brindamos mucho menos calidez, mucho menos consideración a esa persona que a un
invitado de casa. No nos damos cuenta que nuestra sexualidad es una extensión
de quienes somos.
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