sábado, 7 de agosto de 2010

LA GLORIA DE CRISTO

I. LA GLORIA DE CRISTO EN EL CAMPO

Gloria Palabra cargada de significado que remonta a las alturas a los corazones cristianos. El alma es elevada cuando contempla la gloria de Dios y de Su Hijo unigénito. El objeto de nuestra veneración y adoración es Cristo en Su gloria. Por cuantos somos cristianos nos unimos a la comunidad.

La vida de Jesús se caracterizo por la humillación y el sufrimiento. Su humanidad sirvió como velo que ocultaba el esplendor de Su deidad. Sin embargo, hubo momentos en que Su gloria refulgió, trasluciéndose. Era como si el vaso de Su naturaleza humana no fuera suficientemente sólido para ocultarla todo el tiempo.

Finitud non capax infinitud, palabras en latín popular de los teólogos del siglo XVI, que encierra dos ideas: La primera, que lo finito no puede aprehender a lo infinito y en este sentido, apunta la atención a la incomprensibilidad de Dios, señalando los límites de la mente humana para captar plenamente la grandeza de Dios. Nuestra comprensión de Dios es débil, en el mejor de los casos. La segunda idea: que lo finito no puede contener a lo infinito. Así sucedió en la encarnación. Aunque la plenitud de la Deidad hábito corporalmente en Cristo, no pudo ser restringida a Su naturaleza humana ni mantenida en sujeción por ella.

Belén es una pueblito a unos 8 kilómetros al sureste de Jerusalén. El pueblo ya tenía una rica historia aun antes de nacer Jesús. La tumba de Raquel se encontraba en la localidad (Gn 35:19). Fue escenario de buena parte de Ruth, uno de los libros del AT. El ciudadano más celebre de Belén en la época del AT fue David. Fue ungido ahí por Samuel. El Profeta Miqueas escribió sobre esta aldea (Miqueas 5:2)

El nacimiento de Jesús nos hace tomar conciencia de Su voluntad para despojarse de la gloria que disfrutaba con el Padre desde la eternidad. Su entrada humilde al mundo presupuso un velo que ocultara Su eterna majestad (Filipenses 2:5-11)

Aun en las circunstancias humildes de Su nacimiento hubo una irrupción de gloria. Ocurrió en los campos de las afueras de Belén. Las llanuras de Belén se convirtieron en el teatro de uno de los espectáculos de luz y sonido más impactantes de la historia humana. Todo el cielo se desencadeno (Lucas 2: 8-14)

El visitante angelical estaba rodeado por la gloria de Dios. Esta gloria no pertenecía al ángel mismo sino que era la gloria de Dios, lo que significaba Su divino modo de ser. Era el resplandor divino que envolvía al mensajero celestial, un fulgor divina visible.

El ángel es un ser espiritual que sirve en la presencia de Dios y que puede ser despachado como heraldo o mensajero. Es portador de un anuncio divino. Sus credenciales son visibles por la gloria resplandeciente de Dios que lo acompaña. (Lucas 2:10-11)

El recién nacido Salvador también llamado “Cristo el Señor”. Este Salvador es el Cristo, el tan largamente esperado Mesías de Israel. Todo judío recordaba la promesa de Dios, que el Mesías, el ungido del Señor, vendría un día a liberar a Israel, este Mesías Salvador es también Señor. Él no sólo salvará a Su pueblo sino que será su Rey, su Soberano.

El ángel declara que este Salvador Mesías Señor “les ha nacido” (A ustedes). El anuncio divino no es un oráculo de juicio sino un anuncio de un regalo. El Rey recién nacido nace para (por) nosotros.

Enseguida el ángel anuncio la entrega de una señal que comprobaría la verdad de lo declarado (Lucas 2:12). La señal del niño del pesebre contrasta con la explosión de gloria en el campo: Sólo a corta distancia de la escena de luz y sonido se encontrará al Salvador envuelto en humildad y bajeza.

Cuando hubo terminado el etéreo coro, los pastores discutieron lo acontecido. Uno se pregunta por el clima de la conversación que difícilmente haya sido de tranquilidad. Los hombres estaban evidente y absolutamente fuera de sí por el miedo, la excitación, la reverencia, el gozo delirante: decidieron ponerse en marcha inmediatamente en pos de la señal prometida. (Lucas 2:16-20)

Estos hombres nunca serían los mismos; habían visto con sus ojos, y oído con sus oídos la manifestación de la Gloría de Dios.

TOMADO DE: SPROUL, RC, Traducción PABLOVSKY, Nellyda Editorial “La Gloria de Cristo”; Unilit; Primera Edición 1999, Colombia